La ceremonia de las velas, también llamada la ceremonia de la luz, es un ritual que puede celebrarse tanto en bodas religiosas como en civiles. Aporta un toque especial porque se puede personalizar a gusto de los novios. Este ritual simboliza la unión de los dos contrayentes en uno sólo a través del matrimonio, donde se celebra el inicio de un proyecto de vida en común.
La vela de vuestra boda os dice:
«Dejadme arder el día de vuestra boda, soy un símbolo que ilumina y acompaña»
¿Qué necesitáis?
Para el ritual necesitareis tres velas:
- dos más pequeñas o finas
- y una más grande que permanecerá estática.
Las velas pequeñas, representan los novios y la grande, la vida en común.
Aunque en algunas ceremonias también participan los padrinos de los novios o los hijos.
Dentro de la ceremonia, ¿en qué momento encender las velas?
Para realizar el ritual los novios prefieren dos momentos:
- el momento del intercambios de anillos,
- o después del «sí, quiero».
¿Cómo se celebra?
Mientras los novios toman, cada uno, una vela pequeña que encenderán, el oficiante o sacerdote, puede explicar en qué consiste la ceremonia de las velas. Un vez encendidas las velas pequeñas, los novios encenderán juntos la vela más grande
Como hemos comentado antes, a veces, en el ritual pueden acompañar a los novios:
- los padrinos de los novios que pueden tendrán su propia vela dando su bendición a los novios.
- y en el caso de tener hijos, ellos pueden encender las velas de los contrayentes o tener la suya propia. Los hijos y los novios encenderéis juntos la vela grande, representando la gran familia que formais.
¿Cómo concluir la ceremonia?
Una vez encendida la vela grande podéis terminar la ceremonia de dos formas:
- apagando las velas pequeñas a la vez como símbolo de que ya sois uno sólo.
- dejando las tres velas encendidas simbolizando vuestra independencia personal dentro de la unión.
Pasados los años, deberá recordaros lo que os prometéis uno al otro.
La vela de vuestra boda os susurra al oído…
«Yo lo vi. Mi llama estaba presente cuando os disteis las manos y en ese gesto unisteis vuestras vidas. Yo soy algo más que una simple vela. Soy un testigo mudo de vuestro amor, y continuaré viviendo en vuestro hogar. En los días en que el sol brille, no necesitareis encenderme. Pero cuando sintáis una gran alegría, cuando un hijo venga de camino o cualquier otra estrella brille en el horizonte de vuestras vidas, encendedme.
Encendedme cuando anochezca, cuando surja entre vosotros la primera tempestad, cuando tengáis que dar un paso importante en vuestras vidas sin saber cómo. Encendedme cuando sea necesaria una explicación y no encontréis las palabras oportunas. Cuando queráis abrazaros y vuestros brazos rehúsen hacerlo, encendedme.
Mi luz será para vosotros una señal clara, que habla su propia lengua y todos la entendemos. Soy la vela de vuestra boda. Dejadme arder cuanto sea necesario, hasta el momento en que los dos, porque estáis de nuevo unidos, podáis apagarme.
Entonces, diré agradecida: ¡hasta la próxima!»